Beato Guillermo de Tolosa

Agustinos


Beato Guillero de Tolosa

Su vida se desarrolla entre los siglos XIII y XIV. Ingresó en la Orden Agustiniana cuando contaba unos diecinueve años. Ordenado presbítero, terminó sus estudios en París y regresó a Toulouse que sería, prácticamente, la ciudad es­cenario de toda su vida. Rasgos destacados de su vida fueron la elocuencia, la delicadeza de espíritu, la mortificación y su gusto por la oración. Murió en Tou­louse en 1369.

Según Nicolás Bertrán, Guillermo nació en Toulouse (Francia) en torno al año 1297, en una familia noble. A los diecinueve años ingresó en el convento agustiniano de su ciudad y, seguidamente, fue enviado a París donde obtuvo el título de lector en teología. De nuevo en Francia, se dedicó, preferentemente, a la predicación. Su metodología espiritual era sabia: “Orar, contemplar y solo después hablar de Dios”. Dicho de otro modo, hablar con Dios antes de hablar de Dios, porque, de lo contrario, las palabras, por sonoras que sean, no llegan al corazón y se pierden por las naves del templo. San Agustín advierte en el libro IV de su obra La doctrina cristiana que el orador cristiano debe hablar más sabia que elocuentemente. “La elocuencia sin la sabiduría daña las más de las veces, y nunca es provechosa” (IV, 5, 7). Quienes han estudiado los libros sagrados con provecho, hablarán con más sabiduría. No se trata de haber leído muchas veces la Escritura hasta aprenderla de memoria, sino de penetrar en el mensaje bíblico y buscar con empeño su sentido (IV, 5, 7).

A excepción de un breve periodo en el que fue Prior del convento de Pamiers, desde su regreso del estudio de París, la mayor parte de su vida se desarrolló en Toulouse.

Dicen que, en calidad de exorcista, libró algún que otro pulso con el demonio. Murió en Toulouse en 1369 y, aunque sepultado inicialmente en el cementerio conventual, hubo que trasladar sus restos a la capilla de santa María Magdalena, donde Fray Guillermo acostumbraba a celebrar la Eucaristía, ante la insistencia de los fieles que deseaban venerar los restos del P. Guillermo.

El papa León XIII confirmó su culto en 1893.