BEATOS PEDRO DE ZÚÑIGA, BARTOLOMÉ GUTIÉRREZ Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

Agustinos


BEATOS PEDRO DE ZÚÑIGA, BARTOLOMÉ GUTIÉRREZ Y COMPAÑEROS MÁRTIRES

En 1602 llegaron los primeros agustinos a Japón y en 1623 los agustinos recoletos. La vida agustiniana se iba encarnando en los nativos, pero pronto surgió la persecución. En 1617 fue decapitado Fernando de San José de Ayala. Años más tarde, en 1622 fue martirizado Pedro de Zúñiga y el 3 de septiembre de 1632 Bartolomé Gutiérrez, agustino, y los agustinos recoletos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio. Idéntica suerte corrieron el 11 de diciembre del mismo año Martín de San Nicolás y Melchor de San Agustín, agustinos recoletos, que acababan de entrar en Japón. Igualmente, distintos agustinos y agustinos recoletos seculares no dudaron en dar la vida por confesar su fe.

Los primeros misioneros agustinos llegaron al Japón el año 1602.  Se fueron multiplicando las conversiones y pronto surgieron las primeras vocaciones agustinianas japonesas. Hasta que estalló una violenta persecución contra los católicos que la naciente Iglesia japonesa supo afrontar con valentía. Fueron centenares los agustinos y agustinos recoletos que entre 1617 y 1637 derramaron su sangre por Jesucristo. El agustino P. Pedro de Zúñiga fue quemado vivo en 1622 y la misma suerte corrieron, en septiembre de 1632, el P. Bartolomé Gutiérrez, mexicano, dos agustinos recoletos, el español Francisco de Jesús Terrero y un portugués, Vicente de San Antonio Simoens.

Un segundo grupo de mártires está compuesto por los agustinos recoletos Martín de San Nicolás Lumbreras y Melchor de San Agustín Sánchez.

La memoria de este grupo de mártires refleja la universalidad de la Iglesia y de la vida agustiniana – procedentes de España, México, Portugal y Japón –, así como   la comunión entre religiosos agustinos y agus­tinos recoletos y sus ramas seculares.

En la ceremonia de beatificación – el 23 de abril de 1989 –, Juan Pablo II destacaba las virtudes heroicas de los beatos Martín y Melchor, agustinos recoletos, presentándolos como misioneros que contribuyeron a la difusión del evangelio en Filipinas y Japón. “Los nuevos Beatos Martín y Melchor son frutos maduros del espíritu misionero y evangelizador que ha caracterizado a la Iglesia en España. Nacidos en el seno de familias profundamente cristianas en Zaragoza y Granada, abandonaron todo para seguir a Cristo. Estos dos mártires, gloria de la Iglesia y de la familia agustiniana, han de ser exigencia y estímulo para despertar en las familias españolas aquella vitalidad cristiana que hizo posible llevar el mensaje de salvación hasta los más apartados confines del mundo. ¡Que no se pierdan tantos valores!”.