BEATO ELÍAS DEL SOCORRO NIEVES

Agustinos


BEATO ELÍAS DEL SOCORRO NIEVES 

Elías del Socorro Nieves, nació el 21 de septiembre de 1882 en la isla de San Pedro en la Laguna de Yuriria, (Guanajuato). Hijo del campesino Ramón Nieves y su esposa Rita Castillo, con 12 años una ceguera temporal y la tuberculosis estuvieron a punto de acabar con su vida​. En 1904 ingresó en el seminario agustiniano de Yuriria. Ordenado sacerdote en 1916 desempeñó su actividad pastoral en distintas localidades del Bajío, hasta que en 1921 fue nombrado Vicario parroquial de La Cañada de Caracheo. Un lugar de escasos recursos económicos donde el P. Elías compartió con sus fieles pobreza, fe y trabajo.

En 1926 la represión del gobierno mexicano tomó un matiz más agresivo, prohibiendo las procesiones, el culto público e iniciando el fusilamiento de sacerdotes católicos. Al ser asesinado el padre Luis Batis Sainz en Pénjamo en agosto de 1926, los campesinos de Pénjamo se levantaron en armas, siendo el conflicto parte de la persecución Cristera. Elías del Socorro se mantuvo escondido en una cueva de la Barranca El Leñero, estableciendo una iglesia improvisada de catacumbas y bajando al pueblo ocasionalmente para administrar sacramentos.

El 7 de marzo de 1928 llegó al pueblo un grupo de soldados que reconoció al sacerdote agustino. Se le pretendió trasladar a Cortázar, pero durante el trayecto, a un lado de la carretera, se le informó que iba a ser fusilado. Rezó el credo y pidió a los soldados del pelotón que se inclinaran para recibir la bendición. La respuesta del capitán del pelotón fueron dos disparos en la cabeza, muriendo en el acto. Entregó su vida por confesar a Jesucristo el 10 de marzo de 1928, cuando contaba cuarenta y cinco años. "Todo sacerdote que predica la Palabra de Dios en tiempo de persecución, no tiene escapatoria, morirá como Jesucristo en la Cruz, con las manos atadas", había anunciado el P. Nieves

Fue beatificado por Juan Pablo II el 12 de octubre de 1997. “La vida y el martirio del padre Nieves, que no quiso abandonar a sus fieles a pesar del riesgo que corría – comentó el papa en la ceremonia de beatificación –, son por sí mismas una invitación a renovar la fe en Dios que todo lo puede. Afrontó la muerte con entereza, bendiciendo a sus verdugos y dando testimonio de su fe en Cristo”.

Sus restos se veneran en la iglesia parroquial de La Cañada, en el municipio de Cortazar (Guanajato), en México.