Ante la lámpara del Sagrario
“Señor, escucha mi oración, para que mi alma no decaiga ante la severidad de tu magisterio, ni yo desfallezca en confesar tus misericordias con que me libraste de todos mis torcidos caminos, para que sigas siendo para mí más dulce que todas las seducciones que yo secundaba, para que te ame con todas mis energías, me coja de tu mano lo más fuerte que pueda y me saques de toda tentación por siempre”. (Conf. I, 15, 24)
Acepta, Señor, mi humilde homenaje
ante la llama que encanta y sobrecoge;
la siento como cáliz que recoge
el cansancio del alma en tornaviaje.
Me postro ante ti, rindo vasallaje.
Busco que la margarita deshoje:
¿cuándo será que mi alma se despoje
de aquello que la cierra a tu mensaje?
Oh, llama del sagrario, temblorosa
como alma taciturna, pero buena:
me postro de rodillas cual si fueras
frágil y rojo pétalo de rosa,
perfumado aroma de alba azucena,
hogar que me acrisolas con tu hoguera.
Nazario Lucas Alonso