Orando con San Agustín

Agustinos


Jesús encuentra a su madre

 

“La carne del Señor, tomada de María, murió para borrar los pecados. Con este cilicio se vistió el Señor, y no fue reconocida porque iba oculto bajo el cilicio”. (Comentario al salmo  34).

No es aire verde de menta y esperanza

el que respira  el pueblo  esta tarde fría.

Te quedas sin aliento, Virgen María,

viendo que en Jesús se ceba la venganza.

Hoy no están aquí quienes llenaron panzas,

los que mataron su hambre tantos días

disfrutando de jolgorios y alegrías

y colmando al Maestro de alabanzas.

Estás tú, María, triste y desolada,

rota de dolor y viendo que el olvido

es moneda fácil para negociar.

¡Cómo comprendes de tu Hijo la mirada!

¡Yo no comprendo que está por mí prendido,

y una vez más a Jesús vuelvo a olvidar!

                   Nazario Lucas Alonso