Orando con San Agustín

Agustinos


Purifiquemos el corazón

 

“¡Qué insensatos serían dos que, queriendo ver la salida del sol, se enzarzasen en una disputa sobre el punto por donde ha de aparecer y cómo podría verse desde él, y llegasen a tanto en su discusión que se viniesen a las manos, y a golpes se quedasen ciegos para ver la salida!  Luego para que podamos ver a Dios purifiquemos el corazón con la fe, sanémoslo con la caridad, asegurémoslo con la paz”. (Sermón  23,18).

Me siento ciprés nada funerario

enraizado en recio farallón;

soy receptivo -pliego literario-

a que llenes, Señor, mi alma con tu don.

Llega roncero a la hora del alba,

con asombrado gesto de mendiga;

pero es fuerte y férvido, esperanza

capaz de revivir al alma hundida.

Es vencida la noche por el alba,

los párpados dormidos toman vida,

sienten los labios roce de aire fresco;

entiendo, Señor, que tu gracia salva,

que da fruto la simiente crecida,

que nuestro amor alcanza ser burlesco.

                   Nazario Lucas Alonso