Silencio
“Para encontrarse con Dios es necesario el silencio”. (Comentario al evangelio de san Juan, 17). “Considerad al árbol: primero baja hacia abajo para elevar al cielo su copa. ¿No nace su empeño de la humildad? En cambio, tú, sin tener caridad, quieres comprender las cosas sublimes. ¿Sin raíz quieres subir al aire? Eso es ruina, no elevación”. (Sermón 117, 17).
Enseña el pino en la cumbre
el silencio -bien del alma-.
Enseña la roca dura
cómo aguantar la borrasca.
Te enseña el hondo barranco
cauce seguro, cascada.
Enseña el tomillo austero
ser feliz sin abundancia,
usando lo necesario
con sobriedad franciscana.
Enseñan las aves chicas,
los buitres, milanos y águilas
a esperar pacientemente
el claror que trae el alba.
La policroma falena
liba néctar en las jaras
a porfía con la abeja
que hoy elige la magarza.
Repta la astuta serpiente
por la ladera empinada
huyendo del raudo halcón
que observa desde la rama
reseca del viejo roble
que un relámpago quemara…
Sabia maestra, Natura,
para quien contigo habla,
para quien sabe escucharte,
para quien, atento, calla.
Es tu entrega generosa,
al hombre no pides nada;
solamente le recuerdas
que aquel que te cuida, te ama.
Hasta aquí mi soliloquio,
hasta aquí te ha hablado mi alma
que te admira y reverencia
por ser gracia al hombre dada.
Nazario Lucas Alonso