Gloria a Dios
“Por tanto, la naturaleza, en sí considerada, no en relación con nuestra comodidad o incomodidad, da gloria a su Artífice”. (La Ciudad de Dios, XII, IV.
Estaba alegre la tarde
porque estambres de azucena
besaban a una falena
haciendo de amor alardes.
El sol mandaba destellos
a las flores del jardín
azules, gualdos, carmín;
colores todos muy bellos.
Atento el estanque observa
dónde sus perlas se posan:
si en los pétalos de rosas
o sobre la verde hierba.
Orgulloso está el magnolio
porque protegen sus ramas
policromas amalgamas
que en sus hojas luce un colio.
Canta en la tarde el jilguero,
maestro en polifonía;
“canta mejor cada día”,
dice alegre el jardinero.
¡Qué linda tarde era aquella,
de sonido y luz guirnalda!
La luna está en la giralda
con su cara de doncella.
Nazario Lucas Alonso