Beato Esteban Bellesini. Reseña especial

Agustinos


Betao Esteban Bellesini

En el 250º aniversario de su nacimiento

El Prior Genral de la Orden nos invita este año a prestar especial atención a este Beato Agustino. Copiamos aquí algunos párrfos de la carta que ha enviado a toda la Orden con motivo de este aniversario:

"Cuando se cubrió con el velo la imagen de la Virgen y se oyó la estrofa 'María del Buen Consejo, con vos nos bendiga vuestro Hijo', el Padre Esteban entregó su alma tranquilamente"1. Eran las cuatro de la tarde del 2 de febrero de 1840, fiesta de la Purificación de María.

"El sustento de la vida común, el padre de los pobres, el consolador de los afligidos ha pasado al eterno descanso el día y la hora por él predichos"2. Con estas palabras, el P. Prior comunicaba unos días después a Angelo Bellesini el fallecimiento de su hermano. Sustento de la vida común, padre de los pobres, consolador de los afligidos. Son palabras que habrían sin duda refrendado los muchos que se agolparon en la iglesia, la plaza y las calles circundantes el día de las exequias y que, sin embargo, no agotan en absoluto el significado de la figura, la vida y las obras de este hermano nuestro que, a doscientos cincuenta años de su nacimiento, se nos impone como modelo, ejemplo e inspiración de vida religiosa y agustiniana, y se nos ofrece como intercesor por medio del cual pedir al dueño de la mies fruto abundante para nuestros centros educativos, casas de formación, parroquias y obras de caridad. 

El B. Bellesini fue un promotor apasionado de la educación de los más jóvenes. A él debemos la fundación de escuelas: la primera de ellas en el convento de San Marcos de Trento; la segunda, después de su obligada exclaustración, en casa de su hermano Angelo. Su entrega y cualidades no pasaron desapercibidas y, a pesar de su condición de sacerdote y fraile exclaustrado, muy pronto fue promovido para el ejercicio de diversos cargos públicos de carácter educativo. Director general de las escuelas elementales tridentinas primero e inspector de las escuelas del principado de Trento después, fue un impulsor infatigable de la educación gratuita, de la escuela abierta a ricos y pobres, de la educación elemental obligatoria, de la educación de las niñas -entonces prácticamente inexistente, conforme a la mentalidad de la época-, de la instrucción de calidad, de la promoción social y económica de los maestros, de la mejora de las condiciones materiales y la salubridad de las escuelas y, por todo ello, de la revitalización de una sociedad decaída y gravemente empobrecida. 

En el verano de 1826 es destinado al Convento de Santa María del Buen Consejo de Genazzano, elegido por el P. General para restaurar la perfecta vida común, según las disposiciones dadas por el papa León XII. La entrega que demuestra como maestro, brevemente como sacrista y, por último, como párroco no es menor que la de su juventud. Seriamente empeñado en hacer realidad la perfecta vida común y feliz de vivir cerca de la Virgen del Buen Consejo, despliega una enorme actividad pastoral, catequética y caritativa, visitando enfermos, socorriendo pobres y, siempre y en todo, buscando almas. 

"El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas" (Jn 10, 11-13). Cuando en el año 1839 una epidemia de tifus hace estragos entre el rebaño de Genazzano, el B. Esteban asiste y conforta a los enfermos y moribundos hasta el extremo de dar la vida. 

El 27 de diciembre de 1904 es proclamado beato por el papa san Pio X ante muchísimos de aquellos niños de Trento, entonces ya ancianos señores, a quienes el B. Esteban había logrado iluminar la mente y reformar el corazón5, y aquellos otros de Genazzano que, cuando muchos años atrás acostumbraban a tirarle traviesos del viejo hábito, no podían sospechar -o tal vez sí, si hubieran conocido su significado-, que jugueteaban con el primer párroco que sería elevado al honor de los altares.

Durante todos estos años nunca flaqueó su espíritu religioso. Obligado a vivir fuera del convento, organizó la casa familiar en modo de no olvidar nunca su condición de fraile y desde el primer momento concibió su esfuerzo educativo como una misión apostólica en la que la formación moral y religiosa de los niños y jóvenes ocupaba un lugar central y era por él estimada como "la base de toda educación ordenada y de toda felicidad, tanto privada como pública"3.

P. Alejandro Moral, Prior Genral de la Orden de San Agustín. Carta del 15 de enero de 2025