Orando con San Agustín

Agustinos


La verdadera piedad

 

“Siempre ha de constar que, entre todos los verazmente piadosos, nadie sin verdadera piedad, esto es, sin el culto sincero del verdadero Dios, puede tener verdadera virtud, y que esta no es verdadera cuando se supedita a la gloria humana”. (La Ciudad de Dios, V, 19)

 Vivimos con mil dudas, como en inquieto sueño,

contemplamos los seres sin conocer su esencia;

mas siempre anhelamos la verdad sin contingencia

y, aunque dudemos, la buscamos con empeño.

 Hundidos en la sombra vemos sólo reflejos

de la excelsa verdad a la que nuestra alma aspira;

nos dicta la razón que la verdad nunca expira;

cerca están las criaturas, mas el Creador, lejos.

 Entre tinieblas y a ciegas, la persona corre

sin perder nunca el fario que la creación deja;

pareciera que los goznes nos cierran las puertas,

 pero siempre hay una voz que en silencio socorre

-soterrada labor que en el surco hace la reja-.

Es la voz que proclama: “No hay esperanzas muertas”.

     Nazario Lucas Alonso