La verdadera piedad
“Siempre ha de constar que, entre todos los verazmente piadosos, nadie sin verdadera piedad, esto es, sin el culto sincero del verdadero Dios, puede tener verdadera virtud, y que esta no es verdadera cuando se supedita a la gloria humana”. (La Ciudad de Dios, V, 19)
Vivimos con mil dudas, como en inquieto sueño,
contemplamos los seres sin conocer su esencia;
mas siempre anhelamos la verdad sin contingencia
y, aunque dudemos, la buscamos con empeño.
Hundidos en la sombra vemos sólo reflejos
de la excelsa verdad a la que nuestra alma aspira;
nos dicta la razón que la verdad nunca expira;
cerca están las criaturas, mas el Creador, lejos.
Entre tinieblas y a ciegas, la persona corre
sin perder nunca el fario que la creación deja;
pareciera que los goznes nos cierran las puertas,
pero siempre hay una voz que en silencio socorre
-soterrada labor que en el surco hace la reja-.
Es la voz que proclama: “No hay esperanzas muertas”.
Nazario Lucas Alonso