Saber reír

Escrito el 18/04/2024


 

La escena está cargada de ternura.

                                                    Llegan los discípulos cansados del trabajo realizado.

                                                                     La actividad es tan intensa que ya

"no encontraban tiempo para comer".

                                                               Y entonces Jesús les hace esta invitación:

                                                               "Venid a un sitio tranquilo a descansar".

 

Los cristianos olvidamos hoy con demasiada frecuencia

que un grupo de cristianos no es sólo una comunidad

de oración, reflexión y trabajo,

sino también una comunidad de descanso y disfrute.

Pero no siempre ha sido así.

Las frases que siguen no son de ningún teólogo progresista.

Están redactadas allá por el siglo IV por aquel gran Obispo

poco sospechoso de frivolidades, que fue san Agustín.

 

"Un grupo de cristianos es un grupo de personas

que rezan juntas, pero que también conversan juntas.

Ríen en común y se intercambian favores.

Están bromeando juntas y están en serio.

Están a veces en desacuerdo, pero sin animosidad,

como se está a veces con uno mismo,

utilizando ese desacuerdo para reforzar

siempre el acuerdo habitual.

Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros.

Echan de menos, con pena, a los ausentes.

Acogen con alegría a los que llegan.

Hacen manifestaciones de éste u otro tipo:

chispas del corazón de los que se aman,

expresadas en el rostro, en la lengua,

en los ojos, en mil gestos de ternura" (Las Confesiones).

 

Tal vez, lo que más nos sorprende hoy en este texto

es esa faceta de unos cristianos que saben rezar,

pero que saben también reír.

Saben estar serios y saben también bromear.

 

La Iglesia actual aparece casi siempre grave y solemne.

Parece como que los cristianos le tenemos miedo a la risa,

como si la risa fuera siempre signo de frivolidad

y falta de responsabilidad ante los problemas.

 

Pero hay un humor y un saber reír

que es signo más bien de madurez y sabiduría.

Es la risa del creyente que sabe reír porque

sabe relativizar lo que es relativo,

sin dramatizar innecesariamente los problemas.

 

Es una risa que nace de la confianza última en ese Dios

que nos mira a todos con piedad y ternura.

Una risa que distiende, libera

y da fuerzas para seguir caminando.

Esta risa une.

Los que ríen juntos no se atacan ni se hacen daño

porque la risa verdaderamente humana nace siempre

de un corazón que sabe comprender y amar.

 

José Antonio Pagola