Cinco veces aparece la palabra sueño
en el Nuevo Testamento,
y de ellas cuatro se refieren a José,
quien, convencido por un ángel,
hace lo contrario de lo que estaba pensando…
sabe que tiene un destino que cumplir:
proteger y sostener a su familia…
Es el hombre que sigue sus sueños…
el revolucionario que acepta ser
guiado por el mundo invisible…
He leído aberraciones como ésta:
“Jesús estuvo en la India para
aprender de los maestros del Himalaya”.
Para mí, todo hombre aprende
en la tarea que la vida le depara.
Jesús aprendió mientras hacía mesas, sillas y camas.
En el camino de las personas comunes
encontramos todas las lecciones que Dios
nos da todos los días.
Basta incluir la palabra amor en la lucha diaria
y esta se transforma en un oficio sagrado.
En mi imaginación, me complazco en la idea
de que la mesa en la que Jesús consagró el pan y el vino
habría sido hecha por José,
porque allí habría quedado impresa la huella
de la mano de un carpintero anónimo
que se ganaba la vida con el sudor de su rostro y,
precisamente por ello,
permitía que los milagros se manifestaran.
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Paulo Coelho