No presumirás de ser un buen creyente
porque rezas oraciones a diario,
si no sabes compartir lo necesario
con quien vive en pobreza permanente.
Acreditas tu fe en forma consecuente
cuando eres con los pobres solidario
y conviertes tu oración ante el sagrario
en ofrenda y acogida providente.
Estar ‘religado’ a Dios -según verdad-
reivindica transparencia en los criterios
y hacer de tu fervor acto de piedad.
Esta es la ley de solidaridad:
convertir el pan y vino en ministerios
y sellarlos con tu sangre en caridad.
Serafín de la hoz.