La rosa y la nube

Escrito el 19/02/2025
isaac.estevez


 

Las almas insolidarias no son dichosas.

La solidaridad embellece nuestra vida y nos hace felices.

 

La tierra estaba reseca y sumamente áspera,

                       pues hacía meses que no llovía en la zona.

Una rosa silvestre se marchitaba poco a poco,

                       inclinada sobre su tallo y se moría de sed.

En esto que una tarde vio pasar una nube blanca y enorme

                       sobre las montañas.

La rosa, que vivía en el valle, levantó con esperanza

                       la voz cuanto pudo e imploró a la nube:

           

- Dame unas gotas de tu lluvia; estoy sedienta y reseca.

- Imposible, amiga -respondió la nube sin detenerse a escuchar-;

           voy deprisa a otros lugares y no puedo ocuparte tiempo;

                        discúlpame.

- Unas gotas nada más -suplicó la flor con dolor.

 

Y la nube, orgullosa y prepotente, siguió su marcha,

                        desatendiendo la petición angustiosa de la flor.

Pero la nube empezó a sentir pesadumbre y tristeza

                        a medida que se alejaba.

Una voz creciente, la sensación de culpabilidad,

                        le decía desde lo más hondo que había procedido mal.

Retuvo su paso, volvió apresuradamente

           y se posó sobre el valle,

           dejando caer unas gotas de agua sobre la rosa;

           pero ya era tarde.

La dulce flor había caído sobre la tierra,

           deshecha en un sinnúmero de pétalos amarillos.

La nube prosiguió su camino llorando

                       y arrepentida de su crueldad

con la desdichada rosa silvestre.